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— Joaquín Herrero Pintado jherrero 2013/05/29 13:05
La racionalidad económica espera que nos comportemos como “máquinas hidráulicas sin emociones”, y esa alusión a las máquinas me permite introducir un factor que me parece está en la base del fracaso de la teoría económica de la racionalidad.
Veo la situación actual en las ciencias sociales semejante a lo que sucedió a principios del siglo XX en la física: los modelos mecanicistas-causales se vieron con problemas para explicar una naturaleza que se empeñaba en mostrarse a nivel microscópico mediante fenómenos estadísticos. Planck, el Einstein de 1905 y la mecánica cuántica mostraron que se puede hacer ciencia, incluso predicciones, mediante renunciar a buscar causas esenciales y “simplemente” entender los mecanismos probabilisticos. Hubo que recurrir incluso a una nueva matemática para poder seguir haciendo ciencia, el cálculo matricial. Caso curioso el de Einstein, que contribuyó a ese punto de vista y mas tarde se asustó de lo que implicaba con su famosa frase “Dios no juega a los dados”.
Las ciencias sociales han evolucionado hasta cierto punto de forma semejante. La racionalidad económica, como la física anterior al siglo XX, ha pecado de esencialista y de reduccionista al entender que un simple cálculo mecanicista del camino ideal entre deseos y fines explica el comportamiento humano, pero la epistemología clásica también ha pecado de solipsista al basarse en el pensamiento en solitario del hombre individual, sin necesidad de nadie más. En su favor tienen haber conseguido matematizar sus propuestas o teorizarlas, por lo que pasan por ciencias ante el público y, como consecuencia, han extendido esa idea en todos los ámbitos en una especie de “intromisión”.
La física tuvo que cambiar para no acabar estudiando una naturaleza que no existe (o a la que no tenemos acceso). De igual forma, el factor que hace que la teoría racional económica no se sostenga es que estudia un hombre que no existe. O estudia un pequeño rincón del hombre. O ha cometido en error de pensar que el hombre tiene una “esencia” y solo una. Los filósofos pueden caer en el mismo error si, en vez de acudir a la pluralidad actual como lugar de investigación de la racionalidad tratan de localizar una esencia no económico-racional del ser humano y, atrincherándose en posiciones emotivistas, deciden ignorar el mundo tecnológico actual como extrafilosófico, un punto de vista que me sorprende encontrar en cierto tipo de filósofos. Un filósofo tecnófobo va a tener muchos problemas para filosofar hoy.
Es verdad, es más sencillo teorizar en base a ideales que manejar el puzzle de la diversidad, pero pienso que no hay una idea platónica ni una esencia aristotélica de en qué consiste ser humano. El mundo subatómico es caótico, viola nuestra lógica, es aparentemente acausal, pero ahí sucede todo lo que interesa a los físicos, así que no les queda otra que entrar en él para entenderlo. El mundo social actual es un mundo igualmente caótico pero es ahí donde se expresa hoy nuestra racionalidad, tanto la individual como la colectiva, con nuestras emociones y nuestras limitaciones, por tanto el mundo social es el terreno donde se debe mover la filosofía (y los filósofos individuales) para estudiarlo.
Por eso, pensemos filosóficamente: ¿por qué nos chirría ese hombre universal/ideal/racional? ¿en qué terreno (que no le corresponde) ha sucedido esa “intromisión” de la economía y su teoría de la racionalidad? El caso de la física clásica fue el choque de dos modelos: el mecanicista-causal y el probabilista. ¿Qué modelos de racionalidad se pueden contraponer hoy al hombre económico o al hombre epistemológico solitario? Está claro que esos nuevos modelos deben incluir un fuerte componente social, que es justo la carencia de los modelos anteriores. Incluir lo social en un modelo de racionalidad puede parecer tan absurdo como parecía incluir lo estadístico en un modelo de la naturaleza, pero funciona. Y cuando digo que funciona lo digo incluso con sus paradójicas consecuencias: para el estudio de la racionalidad ahora la estadística también importa. Pongo ejemplos:
Descubrir que nuestra racionalidad es también social tiene esa una parte negativa pero también tiene muchas partes parte positivas que los sectores interesados en el conocimiento están empezando a aprovechar, y que son las que estoy comenzando a organizar gracias a esta asignatura. Aquí van algunas de las que veo:
Todos estos fenómenos están sucediendo muy rápido, por lo que la reflexión sobre ellos hay que hacerla sin prisa pero sin pausa, así que supongo que el hecho de que esta asignatura dure tan poco tiempo es una forma de entrenarnos en la rapidez de asimilación de esta avalancha de fenómenos y conceptos. Pero creo que la filosofía no puede ser ajena a ellos ni mirarlos de forma no filosófica (pienso especialmente en dos, el fenómeno de la tecnociencia y el de las redes sociales). No puede ignorarlos filosóficamente ahora, mientras están sucediendo y permitirse el lujo de estudiarlos como parte de la historia del pensamiento dentro de dos generaciones. Creo que hay que estudiarlos aquí y ahora, y participar con voz filosófica en los debates que están teniendo lugar sobre estas transformaciones de nuestra sociedad.