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— Joaquín Herrero Pintado jherrero 2012/11/21 12:21
En “Método”, publicado originalmente en 1986, J. L. Peacock desgrana diversas tensiones en tres aspectos diferentes del quehacer antropológico: en el trabajo de campo, en la forma de interpretar los datos recogidos y en la elaboración de teorías y generalizaciones. Mediante el análisis de dichas tensiones obtenemos una visión más nítida del método antropológico contraponiéndolo a otras metodologías y analizando las diversas variantes de en las que dicho método se manifiesta dentro de la propia disciplina antropológica.
La aventura que supone el trabajo de campo lleva al antropólogo a incorporarse a la comunidad que trata de estudiar de una forma que causa un primer dilema: hasta qué punto ser observador y hasta qué punto participante.
Ser participante, implicarse en la cultura que estudia, permite al antropólogo entenderla al experimentar lo mismo que los actores que viven dentro de ella, sin embargo mantener cierta distancia es también necesario para poder hacer un análisis de las observaciones realizadas.
La tensión sucede además en el ámbito moral del antropólogo pues debe ser capaz de no tomar partido y abstenerse de hacer juicios morales a pesar de ser consciente de dichos juicios suspendidos para ser usados en un posterior análisis.
Brown (2008) define esta tensión como el método de trabajo etnográfico: el “relativismo metodológico”. Lo define como “la práctica de suspender el juicio hasta que una creencia o práctica haya podido ser comprendida en su contexto total”. Dicha tensión metodológica ha sido muy fecunda pues variantes del relativismo metodológico han sido incorporados a la psicología, la medicina o el derecho.
La forma de interpretar las observaciones es sujeto de otras tensiones. ¿Debe acudir el antropólogo a las ciencias físicas para encontrar en ellas modelos predictivos que den significado a los datos recogidos o debe usar operaciones interpretativas que les den sentido?
La primera perspectiva se denomina “positivismo” y hereda la distinción kantiana entre “hechos reales ahí fuera” y “categorías internas de comprensión”. Las hipótesis de trabajo son contrastadas con el análisis de los datos y de ahí se deducen las hipótesis falsas y las verificadas.
El caso que Kottak (2011:32) cita sobre la investigación de Elliot Fratkin en la cultura de los ariaal ilustra el hecho de que el positivismo es una racionalidad mal entendida pues al comentar que “es posible que los investigadores no sepan esto, pero los ariaal también los han estudiado a ellos todos estos años” indica que hay una racionalidad en los actores que debe ser tenida en cuenta en vez de, como hace el positivismo, aplicar una racionalidad definida por el observador que resulta en un análisis etnocéntrico completamente inapropiado para la investigación antropológica.
La alternativa que está en tensión con esta primera opción es la “perspectiva interpretativa”, que, en palabras de Peacock, afirma que “no existen hechos independientes de quienes los perciben”. Los hechos no están 'ahí fuera' esperando ser descritos, como afirma la perspectiva positivista, sino que, muy al contrario, existe una imposibilidad de hacer un calco de la realidad y, por tanto, incluso describir la realidad es ya interpretarla.
Hall (1997a) afirma que “en cada cultura existen siempre diferentes circuitos de significación circulando al mismo tiempo” lo que implica que los significados están dentro de la cultura y no en el método externo con el que se la estudia. Una prueba de esto es que dichos significados definen lo que es 'normal', quién pertenece, y, por tanto, quién está 'excluido', algo que hace la cultura por sí misma sin necesidad de intérpretes externos a ella.
De hecho Hall (1997a) cita las diferentes formas como la cultura construye conceptos internamente mediante las representaciones que circulan en su interior. Por ejemplo, es posible fijar la definición de la identidad 'ser francés' mediante el uso de fotografías, o la de 'ser masculino' mediante películas o publicidad y la de 'ser femenina' mediante telenovelas.
Demostraciones prácticas de cómo las representaciones están cargadas de significados que hay que interpretar están en las fotografías que Hall (1997b) comenta. La imagen del negro canadiense Ben Johnsson venciendo a Carl Lewis que aparece en The Sunday Times Magazine es utilizada en la portada de la revista después de saberse que Ben Johnsson dio positivo en el control de dopaje y fue expulsado del mundo atlético. En la fotografía están ambas historias: la del triunfo de los atletas negros sobre los blancos (ningún blanco aparece en la foto de los ganadores) y la del dopaje, que el titular de la foto se encarga de resaltar: Héroes y villanos.
Hall cita a Barthes, que nos recuerda que toda representación tiene un nivel de significado denotativo referida al hecho en el que se basa y varios niveles connotativos correspondientes a las diferentes valoraciones que la imagen ha ido acumulando a lo largo de su circulación como representación y que no pasan desapercibidas a los receptores, que construirán su 'mito', su significado, personalmente usando dicha variedad de niveles de significados.
Tal como en la tensión del método etnográfico, el antropólogo a la hora de interpretar se debe de mover aquí también entre ambas posiciones: la etnografía puede incluir procedimientos sistemáticos como los empleados por las ciencias físicas, pero siempre como complemento al encuentro humano.
Dada la cantidad de facetas que tiene toda representación, se impone un tipo de descripción que el antropólogo Clifford Geertz llamó 'descripciones densas', que reflejen tanto la riqueza confusa de valores, ideas y experiencia como la trama de relaciones humanas en la que se da.
La densidad descriptiva no es un inconveniente para el método antropológico sino al contrario, permite efectuar interpretaciones que reflejen la forma de ver la cultura de sus actores. Esta insistencia en describir la trama de relaciones humanas en la que se da la cultura es lo que distingue al método antropológico del sociológico, que, en palabras de Peacock “destruye la trama compleja de relaciones que el etnógrafo trata de conseguir” al primar la construcción de un individuo tipo para describir una cultura.
Dentro del campo de la interpretación se produce una nueva tensión al analizar el concepto de 'cultura' que originalmente se concebía como una colección de costumbres incorporada a artefactos físicos (y que, por tanto, podía ser estudiada como un hecho estático) pero que hoy se concibe como un proceso, como una serie de “significados compartidos” (Hall, 1997a) que deben ser negociados.
Esta tensión viene como consecuencia del hallazgo antropológico consecuencia del estudio del cambio en las culturas que analizaremos al abordar las tensiones que se producen en el ámbito de la teorización.
Kottak (2011:6) cita el caso de la Pascack Hills High School en New Jersey en la que se está produciendo un cambio cultural consistente en la sustitución del sencillo “hola” por efusivos abrazos para saludarse socialmente. Esta costumbre, que en dicha escuela se ha convertido en norma, contrasta con la costumbre dominante de asignar un significado romántico o sexual a cualquier contacto físico y por tanto no considerarlo propio para saludar. La cultura no es un hecho estático, y en New Jersey se está negociando un cambio en su significado y manifestación.
Concebir la cultura como un proceso que se construye cuando los individuos interactúan implica que el antropólogo también construye cultura al interactuar en el trabajo de campo, lo que nos pone ante una nueva tensión entre crear cultura pero al mismo tiempo preservar el hecho cultural que trata de describir.
Brown (2008:44) expone muy claramente la tensión a la que se refiere Peacock al afirmar que el método antropológico considera moralmente superior la misión universalizante del antropólogo relativista cultural al mismo tiempo que valida culturas particulares.
Levi-Strauss (1979:105) explica una contradicción relacionada con ésta en la cultura al proponer que el éxito de una cultura nace en la existencia de diversidades particulares que, mediante colaboración, consiguen una igualación general que les permite progresar, pero al hacer eso eliminan la particularidad de la que nació su éxito.
La tensión entre lo particular y lo general se ve claramente en BROWN (2008:34) al criticar el posible etnocentrismo de enunciar derechos humanos en un nivel general pues al hacer “asunciones fáciles acerca del estatus oprimido de la mujer en el mundo musulmán” se hace difícil “ser respetuoso con otras vías de cambio social que pudieran dar a las mujeres mejores vidas, vías que pueden tener variantes islámicas difíciles de apreciar por los no musulmanes”.
Definitivamente es problemático ser generalista, pero también lo es ser particularista y denunciar cualquier intento de generalización mediante recurrir a los modos de acción de un grupo particular.
Si el etnógrafo no debe ser particularista ni generalista es porque al estar a caballo entre dos culturas: la que estudia y aquella a la que transmite los resultados del estudio, debe usar la comparación entre ambas como método. No obstante, si quiere poder enunciar el equivalente a las leyes científicas, debe ser capaz de efectuar generalizaciones, aunque de distinto tipo a las generalizaciones científicas: la generalización antropológica.
La forma de generalización científica se basa en la detección de universales (la búsqueda de lo uno en lo múltiple) y la detección de rasgos que, siendo distintos, varían a la vez (la búsqueda de lo mismo en lo otro).
La búsqueda de universales pone a la antropología ante la necesidad de estar al tanto de las investigaciones de las ciencias cognitivas, pues si se descubren bases fisiológicas de la conducta comunes a todos los humanos, algunas regularidades dejarían de ser 'culturales' para pasar a ser 'naturales'. Brown (2008:36) pone al antropólogo ante la disyuntiva de aceptar el relativismo cognitivo o la existencia de universales. Este debate sigue abierto. También sigue abierto el debate que propone Keesing (1974:35) sobre hasta qué punto los universales que se aprecian en el lenguaje reflejan estructuras cognitivas innatas. Clifford Geertz propone no divorciar la concepción de la cultura de la investigación sobre la mente para poder fijas posiciones más concretas sobre lo que es universal y natural y lo que es cultural.
Las diferentes teorías antropológicas se enmarcan en este debate entre la forma de generalizar científica y la propia antropológica.
Los enfoques estructuralistas tienden a percibir estructuras innatas que convertirían en naturales cosas que hoy percibimos como culturales. Los enfoques empiristas admitirían plasticidad en dichas estructuras innatas que den cuenta de la variedad de respuestas que observamos. Los enfoques evolucionistas observan variedad pero la adjudican a distintos estados de evolución que irremediablemente tienden a converger en un único y “natural” modo humano de ser.
Frente a estas teorías de orientación biologicista se encuentran las de orientación cultural que experimentan sus propias tensiones, pues algunas ven las culturas como construcciones estáticas (Malinowski en el funcionalismo y Ruth Benedict en el configuracionismo) mientras que otras ven las culturas en permanente construcción. Estas últimas son las teorizaciones llamadas de 'estudio del cambio' y son el 'estudio de caso' y el 'análisis simbólico' que representa Clifford Geertz.
Dos etnografías sirven para ilustrar esta nueva forma de ver las culturas como construcciones en cambio constante: la del circuncisor de pulso tembloroso de Victor Turner, que ejemplificaría el estudio de caso; y el estudio del ritual de pelea de gallos en Bali de Geertz, que ilustraría el análisis de símbolos.
La etnografía de Turner es muy ilustrativa porque describe la tensión dramática en la que se negocia la cultura y cómo una posición se impone sobre otra: si la circuncisión es un rasgo cultural pero al circuncisor le tiembla el pulso, ¿debe cuestionarse la circuncisión? ¿debe desposeerse de su cargo por la fuerza al circuncisor? ¿cómo usa el poder las representaciones aceptadas para imponer una representación cuestionada?
A pesar, o quizás debido a, estas tensiones dentro del campo de generalización y metodología etnográfica, se perciben claramente ciertas características de la forma de generalizar antropológica que se resumen en:
La generalización etnográfica se parece más a la literatura que a la deducción científica pues revela lo general a través de lo particular, lo abstracto a través de lo concreto. Las etnografías nos enseñan lecciones generales al revelar la trama de los hechos.
Una etnografía es buena cuando representa bien lo concreto. Son los lectores los que descodifican los valores subyacentes y así iluminan su experiencia.
Por tanto uno de los objetivos de la antropología es literario: ser capaz de una descripción “para llevarnos al contacto con las vidas de los extraños” (Evans-Pritchard).
El propio texto de Peacock no está exento de tensiones internas que ilustran también las tensiones metodológicas antes descritas. Por ejemplo, al hablar sobre el trabajo de campo dice que “se abre la problemática de cómo conducir su subjetividad hacia la “comprensión sistemática y objetiva” y no hacia la mera impresión subjetiva. pero más tarde parece confiar en el intuicionismo cuando declara que “la comprensión más profunda puede surgir como un flash que emerge del compromiso y el encuentro”.
Al criticar el método filosófico parece que critica lo mismo que ensalza cuando se hace dentro de una etnografía, y especialmente desdibuja mucho el asunto de qué tipo de “verdad” se consigue mediante las ciencias humanas y sociales. En relación a esto podemos comparar la crítica a la introspección filosófica
con la descripción del método etnográfico
El concepto de “verdad” queda desdibujado en frases como
A lo largo de su ensayo Peacock evita vez tras vez dar voz a aquellos que han puesto las bases teóricas de muchos de los argumentos que utiliza. Por ejemplo, el concepto de “verdad” de las ciencias sociales fue desarrollado por Gadamer siguiendo la estela de Heidegger, y, aunque no son citados explícitamente por Peacock se les puede casi adivinar entre líneas en las citas que Peacock hace de Geertz o al describir el enfoque interpretativo propio de la antropología.
Por otra parte, la caricaturización que hace del método filosófico limitándolo a una introspección casi eremítica, o de la fenomenología, son injustas, máxime cuando fue esta última la que condujo a poner sobre la mesa de estudio “el mundo de la vida” mediante Husserl y a separar así a la realidad humana de un análisis positivista. Clamorosa es también la omisión del término “hermenéutica” para describir el acierto antropológico de primar la interpretación sobre la deducción.
Sin duda Peacock consigue el objetivo de perfilar la metodología antropológica mediante acudir a sus tensiones internas y externas con otras disciplinas con las que comparte objeto o método de estudio.
BROWN, Michael F (2008), “Relativismo Cultural 2.0” en CRUCES, F (2010) “Textos de Antropología Contemporánea”
HALL, Stuart (1997a), “Representación: Representaciones culturales y prácticas significantes. Introducción” en CRUCES, F (2010) “Textos de Antropología Contemporánea”
HALL, Stuart (1997b), “El espectáculo del ‘otro’. Introducción”en CRUCES, F (2010) “Textos de Antropología Contemporánea”
KEESING, Roger M. (1974) “Teorías de la Cultura” en VELASCO, H (2010) “Lecturas de Antropología Social y Cultural. La Cultura y las Culturas”
LEVÍ-STRAUSS, Claude (1979), “Raza e Historia” en VELASCO, H (2010) “Lecturas de Antropología Social y Cultural. La Cultura y las Culturas”