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**¡Esta es una revisión vieja del documento!**

Martin Heidegger

Heidegger informacional

Heidegger se esfuerza durante toda su obra en separar dos ámbitos distintos: el óntico del fenómeno habitual y el ontológico donde se dan las causas de dicho fenómeno y al que tenemos (o podemos tener) cierto tipo de acceso. El mismo individuo visto desde cada ámbito recibe nombres distintos, siendo “Dasein” la vista ontológica.

Cuando pasa a considerar “la constitución existencial del Ahí” (puntos §29 a §34) explica lo siguiente:

Los sentimientos son un reflejo óntico de algo ontológico

"La imperturbable serenidad, el reprimido disgusto de la ocupación cotidiana, el alternarse de ambos y la caída en el mal humor, no son ontológicamente una nada" §29

Entre paréntesis la página de El concepto del tiempo donde Heidegger declara lo citado.

Código de colores: estructuras estar-* conceptos propios impropios informacionalmente relevante

terminología heideggeriana terminología informacional
Dasein quiere decir estar en el mundo. El estar-en-el-mundo tiene el carácter de ocuparse. (29) El Dasein no puede comparecer como lo hace el mundo En el ahí“. Más bien el Dasein es su más propio “que es” en el modo de ser de la disposición afectiva y de sus posibilidades. El estar-presente que un Dasein es en cada caso, el suyo propio, lo definimos como facticidad, que es a su vez la condición ontológica de posibilidad que permite referirse a un Dasein como algo que también está mundanamente ahí. De entrada el dasein puede ser impropio, puede dejarse determinar por el mundo y elegir diferentes modos de ocupación en el marco de un mundo circundante. El Dasein puede perderse en el mundo y por tanto equivocarse. Pero también puede elegirse a sí mismo y decidirse a someter toda ocupación a una elección originaria. En la medida en que el Dasein está determinado por este “yo puedo”, su más inmediato estar-en se manifiesta ya como un ser-posible (60)
El Dasein, en cuanto abierto en el “estar en”, posibilita la comparecencia del mundo. (30)
El mundo: el con-qué del trato que nos mantiene ocupados. (43)
Lo mundano comparece como algo que resulta “util para”. Complejidad reducible
La ocupación, en cuanto circunspectiva, indica el camino a seguir al poner algo en marcha y ejecutarlo, fijando los medios, la ocasión propicia y el momento justo para su realización (50-1). El carácter ontológico de la ocupación es la absorción en el mundo ocupado circundante. La ocupación comprende en sí tanto el ejecutar circunspectivo como el permanecer contemplativo (56)
El entorno circundante en el que se mantiene la ocupación muestra el carácter de la familiaridad. La ocupación remite a lo que “ya siempre está ahí de este o de aquel modo” Complejidad reducida
Aquello que en cada caso sucede de un modo completamente distinto al esperado también forma parte del “ahí” del mundo con el que tratamos. La experiencia de una situación con complejidad aumentada.
Con la quiebra de la familiaridad, el “ahí” obvio experimenta un endurecimiento de su indiferente encontrarse ahí delante. Necesidad de reducir la complejidad
La premostración y el estar ahí delante son momentos estructurales del caracter fundamental del mundo: la premostración hace que lo que comparece del mundo lo haga estando-a-la-mano. Lo lo que está a la mano lo que nos resulta familiar está disponible, y esto hace visible el caracter de estar-ahí-presente, incluido en un nexo de referencias. La premostración muestra que el en-qué del que nos ocupamos no son cosas que existen aisladamente, sino referencias: el “de-a”, el “para-algo” de la ocupación. (34)
El significar es el modo en el que comparece el mundo circundante, lleno de referencias y significados. (34) El acto de reducir la complejidad
La significatividad es el carácter fundamental de la comparecencia del mundo. (34) Al destapar la significatividad como el caracter ontológico primario del mundo hemos preparado el terreno para mostrar que los caracteres ontológicos de la naturaleza son en un determinado modo derivados. (34) El mundo que comparece es el que es tratable mediante mecanismos de reducción de complejidad. Otro mundo, si lo hay, no comparece. Aquí Heidegger parece otorgar primacía ontológica al Dasein, siendo la naturaleza algo derivado por la actividad del Dasein. La info-computación amplía a la naturaleza los procesos de reducción de complejidad, de modo que en la naturaleza se dan tanto la significatividad, es decir, la complejidad reducible, como los procesos para reducirla, no siendo estos peculiares del ser humano.
El estar-el-uno-con-el-otro es un carácter ontológico del Dasein que se da cooriginariamente con el estar-en-el-mundo. Los otros están ya siempre ahí como aquellos con los que uno tiene que habérselas en la ocupación. (35) Heidegger unifica el proceso por el que nos relacionamoe con las cosas (actividades) y el proceso por el que nos relacionamos con los otros. Esta unificación es compatible con el mecanismo de reducción de complejidad.
Uno también se encuentra a sí mismo en aquello que uno hace sin necesidad de recurrir a una introspección dirigida al yo. Los otros están ahí como un mundo compartido, mientras que uno mismo está ahí como un mundo propio.
La referencia se da en el ámbito de la ocupación. (37)
El uno: lo que el Dasein es en la cotidianidad inmediata de su ocupación (43)
El estar-en: se manifiesta como ocupación (43) y ha desarrollado una posibilidad de permanecer segura y confiadamente en la ocupación. Su carácter ontológico significa mantener el mundo en una apertura en cada caso delimitada. Hay que entenderlo como un estar consignado del Dasein a su mundo. (44, 56). En la medida en que el Dasein en cuanto ser se preocupa por dejarse llevar por el mundo (pues el caracter ontológico de la <wtap rip>ocupación</wrap> es la absorción del mundo circundante), el estar-en está determinado por la propensión a quedar absorbido en el mundo. El decaer del Dasein en la caída en el mundo hace madurar el desmoronamiento del estar-en en la publicidad, su nivelación con el uno y su desaparición en este último.
El cuidado: así se revela el ser en su estrctura fundamental (43)
El estar-en-medio-de: estar familiarizado con el mundo (43)
El entregarse-al-mundo: encierra un saber desenvolverse en el mundo (43)
El estar=en=el=mundo es como tal un “abrir”, pero no se realiza en términos de una aprehensión teorética. Al revés, la aprehensión teorética se funda ya en una apertura previa del mundo (44)
El estar-consignado abre el mundo (46), El Dasein sigue las referencias del mundo circundante y se deja llevar por ellas en la ejecución de sus tareas y de sus cálculos (45). El estar-consignado que abre el mundo debe comprenderse al mismo tiempo como un estar-solicitado por el mundo mismo, por su carácter ventajoso y amenazador (46).
La apropiación y custodia del mundo abierto se consuma en el Dasein, que está determinado por el poder hablar en la forma de un nombrar y un discurrir sobre el mundo que comparece. El modo de realización es el nombrar algo como algo. (45)
El discurrir todavía se halla enteramente al servicio de la ocupación. (45)
El estar-en se orienta en el discurrir apropiante. Con el mundo circundante nombrado, el estar-en logra expresarse y, de esta manera, llega a disponer de una comprensión (45). El estar-en se funda en un respectivo encontrarse, no queda determinado de una manera originaria por el hecho de permanecer “en medio” del mundo (un estar-consignado interpretativo) (46). El estar-en es el ser en el que se encuentra el Dasein en cuanto posibilidad en cada caso determinado por el permanecer ocupado (47)
La interpretación es el abrir que lleva a cabo el Dasein mediante el ocuparse (45)
Lo extraño comparece en el horizonte abierto por la ocupación, y la cuestión de qué cosa sea lo extraño remite a la pregunta interpretativa acerca del para-qué. La respuesta interpretativa hace visible una referencia (algo es apropiado-para) y lo que antes era extraño se comprende y se entiende ahora en el marco del trato que nos mantiene ocupados (45-6) Lo “extraño” es aquello cuya complejidad no ha sido reducida. Describe aquí una reducción de complejidad, es decir, un proceso de bajo nivel pero en términos de alto nivel. Parece que a Heidegger le faltan conceptualizaciones de bajo nivel (como a Schopenhauer le sucedió con el término voluntad y la analogía.
El desenvolverse [con el mundo] es el disponer del estado interpretativo en cada caso delimitado por el campo de la ocupación. El estado interpretativo se ratifica por medio de la confirmación que ofrecen los otros; la confirmación se funda en la repetición del trato cotidiano. (46)
La disposición afectiva es un carácter fundamental del Dasein. En ella el Dasein es puesto al descubierto para sí mismo, y precisamente siempre según su respectivo estar=en=el=mundo. En la inmediatez del trato el sí mismo comparece en aquello que se hace; a saber, está ahí en el “cómo uno se siente”. La disposición afectiva no es una experiencia de vivencias internas ni tampoco una aprehensión teorética, puesto que desconoce el momento estructural del “dirigirse a”. Heidegger define la disposición afectiva como “la situación en la que es puesto en cada caso el estar-en y hace explícito el ahí en el que se encuentra el Dasein. (46-7)
El estar-descubierto es una constitución fundamental del Dasein que es revelada por los dos fenómenos que caracterizan al Dasein: el hecho de que es su “ahí” y el hecho de que deja comparecer al mundo en cuanto abierto. Con el estar-descubierto el estar-en alcanza su plena determinación. El caracterizado fenómeno de la publicidad es el modo cotidiano del estar-descubierto. (47-8). La publicidad y la curiosidad son modos del estar-descubierto que temporalizan el ser del Dasein como cotidianidad. El estar-descubierto del estar-en es la condición ontológica de posibilidad del estar caído, el cual puede hacer madurar la angustia como un encontrarse ante la inhospitalidad. El modo de ser propio del estar-descubierto es la inhospitalidad, pero el modo de ser cotidianamente más inmediato es el encubrimiento (59)
La publicidad ejerce su dominio por medio de la habladuría (48)
La habladuría puede comprenderse como el modo de custodia de la interpretación. En la habladuría la interpretación flota libremente, pertenece a todos y no procede de nadie en concreto. En la habladuría la interpretación pasa a solidificarse como estado interpretativo. (48) La habladuría es encubridora por la sola razón de omitir el nombrar originario. La habladuría interpone una opinión dominante delante del aspecto auténtico del mundo y de sus acontecimientos (49) La habladuría mantiene al Dasein alejado de cualquier interpretación y confrontación originarias. Entonces el presunto abrir el mundo es encubrir precisamente porque la habladuría apela a la publicidad y a la tradición para persuadir al Dasein de que posee la verdad universalmente reconocida y, por consiguiente, auténtica. El estado interpretativo endurecido en la habladuría arrastra al respectivo Dasein al modo de ser del “uno” (50)
El estado interpretativo encierra en sí una autointerpretación del Dasein: cómo debe de comportarse uno en las diferentes situaciones (48)
Interpretar significa nombrar algo como algo en la ocupación. Las interpretaciones se transmiten por medio de lo dicho y lo repetido. (49) El interpretar es el conocer primario en el que el mundo circundante de la ocupación se apropia de sus referencias (estado de abierto) (50)
El repetir se conforma con el estar-dicho como tal. Se exime de un regreso a aquello sobre lo que habla (49) Una pereza que hace que no se reduzca la complejidad indiovidualmente sino que se acepte la reducción hecha por otros
El expresar es un abrir conforme a la interpretación (49)
El infundado estar-dicho es suficiente para que la interpretación y la respectiva auto-interpretación implícita cumplan su función: la formación del estar-descubierto. El estar-dicho difunde una opinión, de tal manera que la publicidad se obstina en ella y, a partir de ahí, determina ya desde un principio todas las ulteriores discusiones y preguntas. (49)
El modo de ser del “uno” se muestra como encubrimiento y degradación del sí mismo propio. En este modo el Dasein no solo se ha entregado al “uno” sino que se oculta a sí mismo la disposición afectiva (50)
El conocer es una modalidad fundamental del estar-en; en cuanto tal se mantiene en el hablar y en una respectiva disposición afectiva. Todo percibir (ver, oír) es interpretativo. El percibir y el orientarse interpretativos forman la visión propia del Dasein (50)
La mirada circunspectiva se hace sobre el mundo cuando la ocupación en este no es productiva o utilitaria (por ejemplo el uso del sol y la luna en el cálculo del tiempo) (51) ad-hoc
El reposo es un modo de ser de la ocupación, es un ver libre de la circunspección para ser un simple percibir (“mira cómo huele”, S. Agustín) y tener=ahí el mundo. En esta forma contemplativa de la ocupación el cuidado de la curiosidad deviene autónomo (51)
La curiosidad se cuida de abrir aquello que es todavía extraño, nuevo, de tal manera que no quiere permanecer en aquello que ahora se hace accesible, sino que se sirve de ello para desarrollar ulteriores posibilidades de experimentar algo nuevo. La absorción de la curiosidad en el aspecto eidos del mundo se revela como un dejarse-llevar-por la curiosidad misma. A causa de este dejarse-arrastrar por el mundo, el estar-en determinado por la curiosidad está en todas partes y en ninguna. Este permanecer en el mundo sin morada caracteriza la dispersión como modo de ser del Dasein: ocupación movida por la simple curiosidad del ver por el solo hecho de ver empuja al Dasein a un creciente enmarañamiento (52) Informacionalmente es muy relevante. Una vez reducida la complejidad de algo decrece el interés y de experimentan con nuevas formas de reducirla. Si no se encuentran decae completamente el interés. El “enmarañamiento” atrae al Dasein siempre que consista en complejidad reducible. Se puede detectar rasgos de la actitud estética de Schopenhauer en “permanecer en el mundo sin morada” y “ver por el solo hecho de ver”.
En la curiosidad el Dasein huye de sí mismo para evitar tener que hacer una elección y se refugia en la habladuría, aceptando aquello que la publicidad prescribe, con lo que la curiosidad queda al servicio del encubrimiento (53)
La investigación es un determinado modo de estar=en=el=mundo que es destapado por un andar-detrás-de-las-cosas que es consecuencia de una apertura del mundo incompleta, dentro de ciertos límites, hecha por la curiosidad (53). La historia del espíritu y la filosofía son modos de investigación quede una manera más o menos explícita colocan al Dasein en el centro de su temática. Cuando el Dasein investiga para interpretarse a sí mismo se pone en manos del dominio del estado interpretativo y el encubrimiento (54) Cuando el Dasein se convierte en objeto de investigación, ésta se hace solo hacia las múltiples formas de posibilidades expresivas de la vida, sin cuestionarse el sentido del ser, y siguiendo una metodología preconstituida, un estar-dicho que contiene una definición banalizada de hombre (animal rationale) y que consiste en tipificaciones que tratan de imponer una ordenación y tupología de creaciones culturales, valores y ámbitos racionales. (55) Mediante estas investigaciones no es posible revelar el Dasein por el oculto dominio que ejerce la ontología griega banalizada comprometida por las interpretaciones tradicionales a lo que se unen las constricciones interrogativas que imponen las disciplinas ya consolidadas (56)
Las ciencias convierten lo que estaba abierto de manera originaria en la modalidad de custodia constitutiva de los conceptos y los principios. Las verdades se convierten en “valideces” suspendidas en el aire. Esto sucede porque en las ciencias el estar-descubierto del Dasein se asume a sí mismo como tarea. Las ciencias crecen en el marco de un inmediato estado interpretativo del Dasein y en sus resultados recaen en un semejante estado interpretativo. (53-4)
El estado interpretativo tiene una tendencia al encubrimiento puesto que cree en algo que es universalmente válido y por tanto descarta la repetición de experiencias que crean un acceso y facilitan una apropiación originaria de los fenómenos. (54)
La caída (es decir, el estar-en en modo de tendencia hacia la caída) no es un acontecimiento que se produzca exclusivamente en el Dasein o que le “sobrevenga” de cuando en cuando. Esta propensión es la ruina ontológica que arrastra este ser en cuanto estar=en=el=mundo (56) Sin embargo la caída es una tentación para el Dasein, pero una caída que lo tranquiliza y en esa tranquilización empuja al Dasein a la alienación, situacíon esta en la que se hace creer al Dasein que tiene que comparecer antes en el mundo y la historia que ante sí mismo. La caída muestra al Dasein como un ente al que en su estar-en le va su ser mismo. Es decir, el Dasein se lo juega todo en su modo de estar-en.
El estar-en que se halla caído en el mundo es un estar-amenazado del Dasein, dentro de él mismo. ¿Cómo es esto? Pues porque el Dasein es un estar-en situado en la familiaridad del estar “en casa”. El ”de…a” que constituye la caída es una huida ante el no-éstar en “casa”, es decir, ante la inhospitalidad, cuya disposición afectiva es la angustia (57)
La angustia es el encontrarse ante la nada. Es un posible modo de ser del estar-en (58)
La nada de la inhospitalidad sucede en el marco de la familiaridad, la seguridad, la medianía y la publicidad, donde el uno, el sujeto del ser, no tiene que temer nada más. La regularidad de la inmediatez es la defensa del Dasein de la inhospitalidad. (59)

Algunos análisis

Adrián (1999) indica que Heidegger distingue “una vida dueña de su existencia y otra atrapada por el espeso manto de las opiniones públicas” que en el texto de 1924 tienen su correlato en términos de dos modos antagónicos de temporalidad, la temporalidad impropia que se limita al cálculo del tiempo ilustrada por el reloj y la temporalidad propia, que aborda el problema desde la perspectiva de la relación interna del tiempo con nuestra propia experiencia y que se despliega desde la anticipación del futuro, y que se inspira en el libro XI de las Confesiones de San Agustín.

“Heidegger retoma el concepto de la haecceitas de Duns Escoto para designar la singularidad de lo real, es decir, de lo que existe realmente en el aquí y en el ahora. Precisamente la imposibilidad de encorsetar la vida en un rígido armazón conceptual se manifiesta abiertamente en el epílogo de la habilitación. El fenómeno de la vida —como señala Heidegger— no se agota en la actitud teórica sino que alcanza su plenitud en el desarrollo del espíritu histórico de la vida misma. Por tanto, existir no es un estar dado; antes bien, es un realizarse, un gestarse histórico. Sólo a partir de este plegarse sobre la propia fecticidad puede abrirse el horizonte de la temporalidad. De esta manera, independientemente de que midamos el tiempo en nuestro espíritu (Agustín) o en nuestra conciencia (Husserl), lo cierto es que la pregunta acerca de qué es el tiempo acaba remitiendo la investigación al ser-ahí, si por ser-ahí se entiende el ente que conocemos como vida humana.”

“En otras palabras, si la existencia humana guarda alguna relación con el tiempo, entonces habrá que determinar la constitución ontológica fundamental de tal existencia. Sin embargo, esta tarea precisa de una previa destrucción de la concepción del tiempo dominante en la tradición metafísica (en clara alusión al sentido del tiempo en la Física de Aristóteles como paradigma del tiempo operativo en la cotidianidad y en la ciencia, o a la aproximación teológica al tiempo en clave de eternidad). Con esta destrucción Heidegger logra situarse en el ámbito preteóríco de una fenomenología de la experiencia ficticia de la vida que permite mostrar las estructuras ontológicas del ser-ahí.”

La metafísica occidental piensa el ser en el tiempo, concretamente en su presente, mientras que Heidegger cree que hay que pensarlo como tiempo.

El texto “El concepto del tiempo” se divide en dos apartados principales

  • “En el primero se ofrecen ocho sucintas características de la existencia humana, que en lo esencial no difieren de la analítica existenciaria de la primera sección de Ser y tiempo. En cualquier caso, sólo se mencionan aquellos rasgos ontológicos del ser-ahí que resultan imprescindibles para la exposición de la cuestión de la temporalidad. Esta exposición se concentra especialmente en la temporalidad propia del ser-ahí que emana de la anticipación de su propio fin como posibilidad de su poder-ser más originario.”
  • “En este sentido, el segundo apartado inscribe el problema del tiempo en una sugestiva reflexión sobre la muerte como posibilidad extrema del ser-ahí que contiene virtualmente los elementos presentes en la segunda sección de Ser y tiempo.”

“Ahora bien, ¿por qué se retrocede al ser-ahí para explicar el fenómeno del tiempo? La respuesta de Heidegger es que la vida humana ya está cotidianamente orientada hacia el tiempo. Las acciones en nuestro mundo circundante y los procesos de la naturaleza también se desarrollan en el tiempo. Precisamente la constatación de este hecho obliga a un análisis previo del ser-ahí en su continuo proceso de realización cotidiana.”

Precisamente los parámetros interpretativos de la cotidianidad y el ritmo de la temporalidad impropia deforman la comprensión del ser del ser-ahí. Ante esta situación emprende Heidegger una reflexión sobre la muerte como posibilidad extrema del ser-ahí (que se concentra en el segunda mitad de su conferencia). No obstante, ¿cómo un tal ente puede ser conocido en su ser antes de haber llegado a su fin?. La salida que Heidegger propone a esta aporía consiste en no considerar la muerte como algo que provoca el final efectivo de la existencia humana, sino como la posibilidad extrema e irrebasable de esa misma existencia vista desde la perspectiva formal de su ser relativamente al fin. No se encuentra todavía la expresión ser-hacia-la-muerte de Ser y tiempo, pero es manifiesto —como apunta Peñalver— que el Heidegger de esta conferencia tiene plena conciencia del decisivo papel que este existenciario ocupa en el análisis de la existencia humana.

Y ¿en qué se se distinguen estas reflexiones sobre la muerte de aquellas otras de la tradición cristiana? Básicamente en que no tematiza la muerte en clave existencial, sino como puente tendido hacia la temporalidad. Un planteamiento crítico con la tradición imperante en la teología y en la metafísica, propensa a considerar a Dios o al Ser como esferas sustraídas al tiempo y a las que uno sólo accede por la fe o la participación ^'.

El ser-ahí, caracterizado esencialmente como un ser de posibilidades proyectadas sobre el fondo de la posibilidad extrema de la muerte, muestra la totalidad de su existencia a la luz de su haber-pasado.

En el marco de esta anticipación prima el fuituro, porque el rasgo fundamental del ser-ahí descansa ante todo en este constante proyectarse en posibilidades. De ahí la rotunda afirmación de Heidegger: «esta anticipación no es otra cosa que el futuro propio y único del ser-ahí. En la anticipación el ser-ahí es su futuro, pero de tal manera que en este futuro vuelve sobre su pasado y su presente. El ser-ahí concebido en su posibilidad más extrema de ser no es en el tiempo, sino que es el tiempo mismo». Esta concepción de un tiempo propio, fruto de la síntesis entre pasado (necesidad) y futuro (posibilidad) en el instante presente, se remonta a las lecciones del semestre de 1920/21 en las que Heidegger ofrece una audaz reinterpretación ontológica del tema cristiano de la parousía de las epístolas paulinas. Los rasgos kairológicos no dominan ni calculan el tiempo, sino que forman parte del proceso de realización de una vida que se resiste a ser objetivada y cuantificada. Sólo desde este inminente advenir futuro puede aprehenderse la experiencia originaria del tiempo y tomar sobre sí la facticidad y la historicidad de la vida. La existencia, pues, se despliega en el horizonte de la temporalidad. Y ésta —al igual que sucede luego en Ser y tiempo— es la condición de posibilidad de la historicidad como una forma temporal de la existencia del ser-ahí. Quizás la historicidad como carácter ontológico del ser-ahí pueda hacer visible el fenómeno del tiempo, ya que a la postre todo preguntar por el tiempo no deja de ser un preguntar histórico.

Más información

Adrian, J., Heidegger y el concepto del tiempo, ÉNDOXA: Series Filosóficas, n.11, 1999, pp. 211-226. UNED, Madrid

xx/heidegger-informacional.1514376875.txt.gz · Última modificación: 2017/12/27 12:14 por Joaquín Herrero Pintado