Podcast “La filosofía no sirve para nada”
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“La filosofía que no sirve para nada” es un podcast sin pretensiones en el que reflexionaremos sobre el presente.
Fecha | 28 de julio de 2019 |
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Participan | Joaquín Herrero @joakinen José Carlos García @quobit Juan Carlos Barajas @sociologiadiver |
Descarga | Puedes descargar todos los episodios en iVoox, en Spotify y en nuestro canal de Telegram. |
Sintonía | Mass Invasion, Dilo, álbum Robots (2004) |
Foto | tumisu, Pixabay |
Usando el libro de Ziyad Marar “Judged”, de 2018, aprendemos que escapar del juicio ajeno es una fantasía: el juicio de los demás es una fuente de significado y crea nuestra auto-imagen y nuestra auto-estima. Queremos ser amados, admirados, respetados, reconocidos.
También nosotros evaluamos el carácter y las acciones de los demás, su competencia, sus motivos, su apariencia.
Esta capacidad, aunque necesaria, es a menudo parcial, inconsistente, egoísta, sesgada. Tanto en los juicios que hacemos de los demás como de la forma en la que nos juzgamos a nosotros mismos. Por tanto van a suceder episodios en los que se nos malinterpreta o se nos juzga injustamente.
El tema que nos ocupa, el de los juicios y relaciones, es el campo de la Interacción Social, es decir, las relaciones que se producen entre personas, no entre personas e instituciones. Este es un campo donde se dan cita diversos tipos de humanidades. La Psicología, concretamente la rama de Psicología Social estudia directamente la relación persona-persona. La sociología, por su parte, estudia cómo las interacciones interpersonales se agregan para formar la sociedad. Los juicios de valor son una parte de la interacción social.
Marar indica que el campo de la interacción social no es fácil de analizar ya que se dan ciertas contradicciones en la forma como la realizamos. Por ejemplo, usamos una cierta ambivalencia ya que por una parte ocultamos información que pensamos nos puede perjudicar y por otra reclamamos juicios sobre nuestros logros.
La tarea de juzgar se entrelaza con la tarea de comprender de una manera que no es simple: Puede haber un exceso de comprensión que nos lleven a la inacción ante el mal moral o puede haber un exceso de juicio, propio del fanatismo, hacia aquellos que piensan diferente.
Marar piensa que la literatura es fuente de ejemplos que se parecen a aquellos de la Psicología experimental, lo cual es muy rortiano, pues Richard Rorty ve la filosofía como un género literario
En el apartado “Juzgando en la era digital” Marar indica que la tecnología ha intensificado el tipo de relaciones en que consiste nuestras interacciones sociales. De hecho, podemos considerar a Twitter un carrusel del juicio. No es que las redes sociales sean ajenas a los intereses de seres sociales es que ahora somos mucho más públicos que nunca antes. Nuestros “sociómetros” (Mark Leary), es decir, nuestras capacidades de manejar los juicios ajenos, se saturan ante comunidades de millones de personas que pueden opinar sobre nosotros en vez de las pequeñas comunidades en las que hemos vivido como humanos la mayor parte de nuestra historia.
Los estereotipos y los prejuicios son ejemplos de juicios de valor e inciden en nuestra necesidad de buscar reputación. Marar cita el original modelo dramatúrgico de Erwin Goffman que indica que somos al mismo tiempo actores de teatro intentando proyectar una imagen y también audiencia. El dramaturgo Antonio Gala decía que "el ser humano es muy buen entomólogo pero muy mal insecto" indicando que somos jueces muy exigentes.
Entre los adolescentes se detecta fácilmente efectos de bola de nieve al juzgar a los demás. En lugar de hablar cara a cara o tener una conversación sincera, los juicios se hacen sumariamente por redes sociales, de forma intensa y, paradójicamente, en poco tiempo (en muchos casos) se suelen olvidar para pasar a nuevas e intensas experiencias. Es agotadora la vida social de los adolescentes.
Otra contradicción es el mayor peso que normalmente damos a las críticas negativas que recibimos (les suponemos una verdad de la que muchas veces carecen) ue
El filósofo y sociólogo Edgar Morin escribió en coautoría con la UNESCO el libro Los siete saberes para una educación del futuro, uno de cuyos capítulos se titulaba Enseñar la comprensión. Pensamos que textos como este deberían de ser usados en la educación secundaria para formar en los adolescentes la impresión de que las relaciones humanas son complejas (nos autoengañamos, desconocemos detalles, somos etnocéntricos) y que los juicios simples no suelen ser acertados.
La película de Pixar Inside Out muestra de forma sencilla de entender esta complejidad interior de los humanos, pues las decisiones son fruto de una competición de la que no somos conscientes entre diferentes emociones y no de un proceso racionalizador y calculado. L
Marar cita el trabajo del psicólogo Daniel Kahneman (junto con su fallecido colega Amos Tversky) que postuló que tenemos dos sistemas de pensamiento que guían nuestro juicio y toma de decisiones.
Gerd Gigerenzer indica, respecto al sistema uno que consta de heurísticas y un sistema así es necesario debido a que no disponemos habitualmente de todos los datos para tomar decisiones racionales, por lo que la forma normal de decidir no es racionalmente sino heurísticamente.
Jonathan Haidt explora cuán profunda y distintivamente nuestros instintos morales dependen de procesos inconscientes bastante específicos. Parece que el sistema de valores que informa el juicio social está arraigado en una gama de dimensiones morales que varían para diferentes personas. Haidt usa la metáfora de papilas gustativas en la lengua para describir estos gustos morales. De la misma manera que nuestras lenguas permiten cinco percepciones del gusto (salado, ácido, amargo, dulce y sabroso), en el caso de nuestras mentes rectas (como él las llama) también tenemos receptores del gusto, o más bien, fundamentos morales. Estos son:
Marar comenta que hay un grupo de población muy analizado y conocido en los círculos de psicología a los que se denomina los WEIRD (literalmente, “extraño”). Los WEIRD son la minoría que vive en democracias occidentales, educadas, industrializadas y ricas (Western, Educated, Industrialized, Rich Democracies). Estos opinan que no es importante, por ejemplo, si la familia se come a su perro o si los hermanos tienen relaciones sexuales entre sí siempre y cuando nadie salga lastimado. Sus juicios morales se apoyan mayoritariamente en los dos primeros criterios (cuidado/daño y equidad/engaño) mientras que la mayoría de las personas se basan en los cinco. Los conservadores sociales parecen tener los cinco paladares morales fuertemente activados y los WEIRD, aunque se basan principalmente en los dos primeros criterios, no tienen completamente desactivados los otros tres, por lo que a veces usan un criterio de “santidad”, por ejemplo respecto a prácticas sexuales tabú.
Dejamos pendiente una continuación de este análisis del libro de Ziyad Marar porque nos gustaría tratar los siguientes asuntos: