Podcast “La filosofía no sirve para nada”
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Viene siendo tradición que alrededor del día de los Inocentes, que en España se celebra el día 28 de Diciembre, hagamos un episodio que sea distendido, superficial, incluso divertido. Y este año para cumplir con esos objetivo hemos elegido un tema distendido, superficial y divertido: las oposicioned. Igual nos hemos pasado un poco porque para algunos las oposiciones no son nada divertidas pero, por otra parte, también hay mucho humor negro alrededor de las oposiciones.
Hemos traído a algunos filósofos como Foucault y Platón para hablar del tema. Algún emperador chino también e incluso una Ley de Bases. Conceptos como “mercado negro”, “usurpación”, “hoguera de las subjetividades”, “tribunal”, “cuerpo” y “ética hacker” también van a estar flotando en esta conversación.
“La filosofía no sirve para nada” es un podcast sin pretensiones en el que reflexionaremos sobre el presente.
Participan: José Carlos García @quobit, Sergio Muñoz @smunozroncero, Joaquín Herrero @joakinen, Juan Carlos Barajas @SociologiaDiver, Juan Antonio Torrero @jatorrero
Fecha | 28 de diciembre de 2021 |
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Participan | José Carlos García @quobit Sergio Muñoz @smunozroncero Juan Carlos Barajas @SociologiaDiver Joaquín Herrero @joakinen Juan Antonio Torrero @jatorrero |
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Sintonía | Mass Invasion, Dilo, álbum Robots (2004) |
Fotos | Primera prova oposicions Ajuntament grup C, Ajuntament Barcelona, Flickr |
Intro | “Cantando un tema: ¿cómo cantar en tiempo y no perderte en el intento” de Opositora Resiliente |
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Mohism: The Ten Mohist Doctrines
Social and Political Thought in Chinese Philosophy: The Neo-Confucian Era
Confucius: Confucius as Chinese Philosopher and Symbol of Traditional Culture
¿Quién las inventó? ¿Hace cuánto tiempo? Para contar mejor la historia de las oposiciones deberemos viajar a la época de antes del nacimiento de Cristo y a la zona oriental, concretamente al imperio chino. Son ellos quienes inventaron los conceptos de funcionarios y oposiciones.
Referencias
Legalism in Chinese Philosophy: 4. Maintaining the Bureaucracy
Aspectos filosóficos
Los primeros datos que se tienen sobre unas oposiciones en nuestro país datan del año 1588, y se realizaron para poder escoger al profesorado. Pero, ¿por qué pensaron que la mejor opción para conseguir a unos maestros cualificados era organizar estos “exámenes”? Pues porque el entonces soberano Felipe II creía que los problemas y dificultades que sufría su pueblo se debían en su totalidad a la gran ignorancia de este mismo. Por esta razón, llegó a la conclusión de que la educación era la mejor cura para esa “enfermedad”. Desde ese momento, comenzó a proyectar un sistema de exámenes que fuese eficaz para poder seleccionar al mejor profesorado del país.
Este proceso de selección también contaba con una serie de requisitos, diferentes a los actuales aunque muy importantes de cumplir en esa época. Entre ellos se encontraba el trasladarse hasta la Corte para poder ser examinados allí o tener unos altos conocimientos en Doctrina Cristiana, Lengua Castellana o Aritmética, entre muchas más.
Años y siglos más tarde, más concretamente en el año 1852, el gobierno de Bravo Murillo hizo posible la regulación legal de los exámenes de acceso mediante el Real Decreto del 18 de junio de ese mismo año. Esta situación, sin embargo, no garantizaba que ese empleado público mantuviese su posición de funcionario. Esa estabilidad solo se conseguiría con el denominado Estatuto Maura, aprobado el 22 de julio de 1918, en el que se recogía que a partir de ese momento no se perdería la condición de funcionario al cambiar de Gobierno sino por meros motivos disciplinarios.
— Fuente: https://www.conectaoposiciones.es/la-historia-de-las-oposiciones-en-espana/
Platón clasifica la sociedad ideal que plantea en República en tres clases sociales / castas en la que conecta lo macro y lo micro: si gobierna el bueno su bondad individual se convertirá en social y la sociedad será mejor porque la persona que gobierna es mejor
Las tres categorías de persona se deben a tres tipos de alma y, por tanto, podríamos tener tres tipos de sociedad. Para Platón (mito del auriga que guía dos caballos) el alma racional debe tener bajo control a las otras dos: la irascible y la concupiscible.
Juan Carlos en su artículo Oposición rima en consolante con Inquisición explica las castas (niveles) de la sociedad funcionarial y podemos ver que, respecto a los informáticos, es una sociedad estructurada bastante platónicamente:
En todos los colectivos profesionales el perfil técnico es propio de los niveles inferiores y para ascender a niveles directivos hay que reconvertirse en gestores.
En este ascenso desde niveles técnicos a niveles de gestión se suele ver con frecuencia en acción el principio de Peter: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”.
¿Los niveles superiores se reservan el “derecho a pensar”?
Sistemas de jerarquía social muy unificados en los que se aplica la lógica platónica de que la racionalidad mental es una habilidad superior y la razón práctica es una habilidad inferior.
Las funciones de creación de orden social están relegadas a la esfera racional mental.
Los sistemas políticos son sistemas racionales competitivos, un duelo de racionalidades, especialmente en el ámbito de los partidos políticos.
Lo técnico debe de salir de la reclusión a la que la someten “los que piensan”. Lo técnico debe ser político.
Las prácticas técnicas suelen ser colaborativas, especialmente en el mundo del desarrollo de software.
El sector técnico ha elaborado una ética, la Ética Hacker que tiene componentes racionales pero motivaciones emocionales:
Se tiende a emborronar el valor de dicha ética publicitando los delitos cometidos por “hackers” manchando la reputación del colectivo.
El mundo de los “makers” (comunidades de “manitas” orientados por la ética hacker) desafía los sistemas comerciales mediante fomentar la apropiación de los objetos en comunidades colaborativas
Si vivimos en una sociedad movida por algoritmos y datos, un punto de vista crítico y escéptico acerca de las tecnologías mismas es más potente que una simple “caricia ética” sobre los fines desde la filosofía. ¿Por qué esta visión no tiene cabida en las oposiciones tecnológicas?
Aquellos que se presentan como candidatos a un proceso de selección mediante oposición pretenden cambiar su situación profesional. Es posible analizar este cambio a partir de la polaridad clásica aristotélica: un opositor es un funcionario en potencia, de forma que la oposición sería el proceso mediante el que se realiza y se perfecciona esta potencialidad, actualizándose la potencia del ser (opositor) en acto. Así, las oposiciones reproducen esta polaridad de potencia – acto, de forma que la realización no consiste en otra cosa que en el ajuste entre los conocimientos del opositor y los requerimientos teóricos del temario.
Sin embargo, para un proceso de oposiciones puede ser más útil echar mano del análisis modal en el que los polos aristotélicos se sustituyen por modos del ser, ya que en esta interpretación es más relevante el cambio en sí mismo que los puntos de equilibro a los que conduce el proceso. De forma muy simplificada, en este análisis, se enfrentan de modo dinámico el polo de lo necesario con la contingencia, y lo posible, lo que sucede de manera efectiva, con lo imposible, con aquello que no puede suceder en absoluto.
Para que un ente se encuentre en equilibrio en el modo de lo necesario tiene que desenvolverse según un repertorio determinado; lo que este ente puede hacer, lo que llamamos disposiciones, se encuentra en el polo de la contingencia, así que para que lo contingente se transforme en necesario lo que debe ocurrir es que las disposiciones de un ente se ajusten con los repertorios, es decir, que se produzca un acoplamiento. Según este análisis, los opositores que tienen éxito son aquellos que se acoplan en el proceso, o sea, aquellos que son capaces de ajustar sus disposiciones con los repertorios marcados en el temario.
Parece, a primera vista, que este análisis no es más que un cambio de nombre de lo que Aristóteles nos cuenta con el par potencia-acto, pero la cuestión que no debemos perder de vista es que en el análisis modal los puntos de equilibrio no son valles estables de inicio y final de un proceso, sino que constituyen diferentes puntos de equilibrio inestable de un todo dinámico. Así, lo más habitual es que un opositor se encuentre desacoplado, es decir, que sus disposiciones no coinciden con los repertorios del modo de lo necesario, así que lo que tiene que hacer para aprobar su oposición es forzar de manera artificial el acoplamiento entre disposiciones y repertorios para encajar en el modo de la necesidad.
La primera consecuencia que puede obtenerse de la aplicación del análisis modal a un proceso de oposición es que para mantener la coherencia entre el sistema y los entes que participan en el, debería ser el propio proceso de oposición el que se adaptara a la evolución modal. Es decir: como es evidente que el estado natural de un opositor es de desacoplamiento frente a los repertorios, el acoplamiento forzado se traduce en una pérdida de coherencia. La oposición ideal, en términos de análisis modal, sería aquella en la que la oposición entre necesidad (temarios) y contingencia (opositores) da como resultado una efectividad (lo que realmente sucede, el modo de lo posible) en la que superan el proceso los aspirantes que demuestran pueden adaptarse a escenarios prácticos disposicionalmente, es decir, que aunque es complicado que un temario pueda ser dinámico, si que puede serlo la propia forma de calificar las pruebas selectivas. Los tribunales de oposiciones tendrían que pasar de ser un agente teóricamente pasivo a un ente dinámico que fuera analizando, y calificando, si el resultado del resultado del desacoplamiento de los aspirantes es lo suficientemente coherente, en lugar de calificar el acoplamiento entre repertorios y disposiciones.
Escenarios:
Fácilmente convertible en una prueba de grupo
Estos dos memes representan bien los estilos de oposición que hemos comentado en el episodio.
La idea sería demostrar mediante una crítica un profundo conocimiento tanto de la técnica como de la legislación aplicable, planteando alternativas a un problema ya resuelto y su viabilidad, tanto técnica como legal, como también se pide ahora.
Se puede ampliar con una simulación de una disputatio en grupo que no trataría de demostrar quién sabe más sino la capacidad de argumentar y de trabajar en grupo
De la práctica diaria surge el escepticismo hacia aquello que solo funciona sobre el papel o que es muy complejo de mantener en la práctica. El famoso dilema entre teoría y práctica. “Los que hacen” tienen mejor artillería teórica (en el caso de los desarrolladores de software, por ejemplo) que “los que piensan”.
¿Por qué en la defensa ante el tribunal no puedes adoptar una actitud escéptica respecto de las tecnologías?
Schopenhauer introdujo en su obra magna un apéndice criticando en enfoque Kantiano y salvando algunas cosas encima de las cuales él construía su propuesta
El llamado ENI (Esquema Nacional de Interoperabilidad, Real Decreto 4/2010) no hace ninguna mención de evitar la complejidad tecnológica (solo menciona la complejidad organizativa). Sus valores son muy buenos: compartir, reutilizar, colaborar. Pero faltaría una apuesta por huir de la sobreingeniería y la complejidad innecesaria. Y ya hemos hablado que la complejidad innecesaria está en la base de muchos problemas de seguridad. ¿Podría un opositor defender estos valores ante un tribunal?