CTS
Ciencia, Tecnología y Sociedad
Dado el caracter optimizador de la racionalidad instrumental, pretendidamente extraída de la ciencia económica, se nos suele poponer generalizarla para dar razón de nuestras acciones intencionales.
Sin embargo, algunas de nuestras acciones, que cabría calificar de racionales, no buscan un curso óptimo de acción y tampoco parten de un conjunto fijo y estable de creencias. Por ejemplo, la conformación adaptativa de las creencias, mecanismo por el cual pretendemos que sea la realidad la que se conforme a nuestros deseos, contradice los supuestos deseos de optimización de la acción (“No las quiero comer, no están maduras“, John Elster, Sour Grapes).
La teoría de la elección racional renuncia a explicar la actitud de los free riders (el “gorrón”) asumiendo que su acción queda explicada como un cálculo de coste/beneficio e ignorando el complejo mundo de las emociones que provocan la no participación.
La aplicación del conocimiento a la sociedad (acción inteligente basada en la racionalidad) ha supuesto un incremento paralelo de los riesgos. El incremento del conocimiento no disminuye los riesgos, sino que los aumenta (efectos secundarios de la medicación, por ejemplo).
La racionalidad optimizadora no parece la más útil en una sociedad en la que necesitamos depositar cierto grado de confianza en expertos. Esto es justamente el marco en el que surge la racionalidad procedimental, que propicia la acción a partir de normas y acuerdos sociales que resultan ser factores decisivos para la práctica social.
Es en este escenario donde aparece el “tonto racional”, concepto ideado por Amartya Sen para referirse a aquel que no es capaz de comprender la complejidad y diversidad como agente ni la diversidad de los agentes y cree en factores únicos como mecanismos reguladores que permiten alcanzar un control, tales como la aleatoriedad del mercado.
Alvarez (1992) indica que hay causas internas y externas influyendo en nuestros procesos de conformación fines-creencias que impiden su análisis en términos de cálculo de optimización:
En estas situaciones no se puede sostener una noción de racionalidad optimizadora pues “propone una perspectiva imposible de satisfacer por parte de seres humanos normales, debido a sus excesivas exigencias”.
En su lugar, Álvarez señala a la hipótesis de una racionalidad imperfecta, mezcla de aspectos instrumentales, procedimentales y expresivos y que sí daría cuenta de los fenómenos causales infra y supraintencionales que explicarían la conformación de nuestras creencias y nuestros fines al incluir:
Álvarez, J. F. (1992) “¿Es inteligente ser racional?”