Ahora imagina que eres un observador de la realidad que se refleja en el cuadro. Relata lo que está ocurriendo en él. Puedes adoptar la posición de narrador omnisciente e introducirte en la mente de alguno de los personajes de la pintura, quizá del mismo Goya. ¿Por qué les están pintando? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿A quiénes? ¿Qué ha pasado? No busques información sobre el cuadro. Solo observa e imagina.
¡Qué injusta la vida! Al final, después de las horas de posado, la Historia me conocerá como La Joven distraída.
No me gustaba posar para un retrato; no me entendáis mal. Yo aprecio el arte, pero me gusta ver reflejado en él los momentos únicos.
Recuerdo, por ejemplo, un cuadro en el que se veía a unos jóvenes jugar en corro a la gallina ciega en un escenario natural delicioso.
Pero… no veo nada artístico en un conjunto de personas inmóviles que deben posar horas y horas.
Una vez finalizada la obra, noté que le pintor captó el instante en que yo estaba absorta en un cuadro. Podía haber mejorado mi expresión, pero Goya no embelleció el retrato con adornos inexistentes, sino que nos pintó con una simplicidad real.