“La moral sexual cristiana, o judeo-cristiana, es un mito. Basta consultar los documentos; esta famosa moralidad que localiza las relaciones sexuales en el matrimonio, que condena el adulterio y toda conducta no procreadora y no matrimonial ha sido edificada mucho antes del cristianismo. Usted encuentra todas estas formulaciones en los textos estoicos, pitagóricos, y esas formulaciones son ya tan 'cristianas' que los cristianos las retoman tal cual. […] Se han encontrado contratos de matrimonio en Egipto [en los medios urbanos], que datan del periodo helenístico, en los cuales las mujeres pedían la fidelidad sexual del marido, a lo que el marido se comprometía. […] El cristianismo se mantiene en conformidad con lo que existía antes que él, en particular respecto al problema de la homosexualidad. Hasta el siglo IV, el cristianismo retoma el mismo tipo de moralidad, apretando simplemente los tornillos. Donde, a mi modo de ver, van a plantearse nuevos problemas, es con el desarrollo del monaquismo a partir del siglo IV, justamente. Entonces emerge la existencia de la virginidad. […] me parece seguro que la gran condena de la homosexualidad propiamente dicha data de la Edad Media, entre los siglos VII y XII”
“Boswell toma a los gays y a la cultura gay como hilo conductor de su historia convencido de que la homosexualidad no es una corriente transhistórica. Su idea es la siguiente: si unos hombres tienen relaciones sexuales entre sí, o entre adulto y joven, en el marco de la ciudad o del monasterio, no es solo por la tolerancia de los demás, implica forzosamente una cultura; es decir, modos de expresión, de valoración, etc. [..] no se trata de una categoría sexual o antropológica constante, sino de un fenómeno cultural que se transforma en el tiempo manteniéndose en su formulación original”.
“En La voluntad de saber quería llegar a entender cómo ciertos comportamientos sexuales se convierten en un momento dado en problemas, dan lugar a análisis, constituyendo objetos de saber […] una historia de la problematización de esos comportamientos”. Foucault indica que la problematización en la época griega se realizó verbalmente, hablando del tema, y desde el siglo XVII institucionalmente mediante persecuciones y condenas.