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Episodio 13: Teoría demente. Perdón, falta un espacio.

En este tercer episodio de nuestra “Trilogía de la creatividad” hemos decidido que, como tenemos entre manos un problema no resuelto, vamos a contribuir a la causa filosófica analizando por qué el problema de la creatividad es tan dificil de tratar. La creatividad es como esos objetos de dudoso gusto que, cuando te los regalan piensas “¿y esto dónde lo pongo”? Pues la creatividad humana es también un “pongo” para las humanidades y siempre han acabado poniéndolo fuera de su campo de trabajo.

A partir de este episodio iniciamos una investigación filosófica sobre qué pueden aportar distintos campos del saber a elaborar una teoría de la creatividad. Y hoy tocamos varios campos donde el tema se ha tratado: las teorizaciones sociológicas de George Herbert Mead, las ideas fenomenológicas de la antropología filosófica y la teoría de transición de metasistemas. Solo ha sido un aperitivo porque dedicaremos monográficos a las diversas ideas que ya hemos encontrado y que nos parece que pueden servir para crear algo que echamos en falta: un espacio en la filosofía donde colocar una teoría de la mente creativa.

“La filosofía que no sirve para nada” es un podcast sin pretensiones en el que reflexionaremos sobre el presente.

Fecha 9 de octubre de 2019
Participan Joaquín Herrero @joakinen
José Carlos García @quobit
Juan Carlos Barajas @sociologiadiver
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Sintonía Mass Invasion, Dilo, álbum Robots (2004)
Fotos Top view three spoons with colorful sprinkles on yellow background, Marco Verch, Flickr
Intro Conversación con el asistente de Google
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La creatividad: ese molesto objeto que nadie sabe dónde colocar

Comenzamos reflexionando sobre lo dificil que es categorizar profesiones que incluyen aspectos creativos dentro de las regulaciones profesionales propias de las ingenierías. Tal es el caso del desarrollo del software, como muestra la discrepancia de opiniones que se ha vivido recientemente en Twitter a raiz de este polémico tuit del Colegio Profesional de Ingenieros Técnicos en Informática de Andalucía. ¿Es una profesión creativa solo cuestión de método? ¿Es una profesión creativa solo cuestión de ingenio? Esta conferencia de Javier Garzás muestra los distintos bandazos metodológicos que ha tenido que dar el desarrollo de software para ajustarse a lo que se espera de una ingeniería en medio de circunstancias “líquidas”, cambiantes, que parece que muchas veces requieren más intuición, más creatividad para afrontar lo inesperado que un método que contemple todos los casos posibles, caso de ser posible que exista dicho método.

Parece que método e ingenio es una de esas dualidades que no hemos sido capaces de deshacer y que nos encontramos permanentemente:

  • método / ingenio
  • individuo / sociedad
  • razón / emoción
  • mente / cerebro
  • físico / mental

La creatividad parece estar en medio de esas dualidades perteneciendo a ambas partes de ellas. Parece como si la creatividad fuera la barra con la que hemos separado ambos términos. Y por eso pensamos que teorizar sobre la creatividad y las emociones podría ponernos en buen camino para deshacernos del modo de pensar dual.

Mark Zuckerberg y las teorías de la mente

La visita que hizo Mark Zuckerberg al NIPS de 2013, un congreso sobre neurociencias, buscando qué tenía ya disponible la ciencia respecto a teorías de la mente nos pone sobre aviso: si la filosofía y las ciencias no teorizan sobre la mente Facebook, o cualquier influyente compañía, harán su teoría sobre nuestras mentes, nuestras necesidades y nuestros deseos. Gary Marcus recuerda esta visita de Zuckerberg al NIPS en la entrevista que le ha realizado Lex Fridman recientemente, y Feldman y Rubynstein registran en detalle el interés de Zuckerberg por las teorías de la mente en estos párrafos:

El aprendizaje profundo alcanzó la mayoría de edad en la Conferencia NIPS 2012 en Lake Tahoe. Geoffrey Hinton, uno de los primeros pioneros en redes neuronales, y sus alumnos presentaron un artículo que informaba que las redes neuronales con muchas capas eran notablemente buenas para reconocer objetos en imágenes. Estas redes no eran simplemente mejores que la visión por computadora de vanguardia en el reconocimiento de objetos: estaban en una liga diferente, más alta, mucho más cerca de los niveles humanos de rendimiento. El New York Times publicó un artículo sobre aprendizaje profundo, y Facebook anunció un nuevo laboratorio de inteligencia artificial con Yann LeCun, otro pionero del aprendizaje profundo, como director fundador. La participación de Mark Zuckerberg, el CEO de Facebook, en el taller de aprendizaje profundo de NIPS ese año fue un dolor de cabeza de seguridad, pero un gran atractivo, que requirió una sala auxiliar con transmisión de video.

En la recepción posterior, me presentaron a Zuckerberg, quien me hizo preguntas sobre el cerebro. Tenía un interés particular en la teoría de la mente. En psicología, tenemos una teoría implícita de cómo funcionan nuestras mentes, y la usamos como guía para las mentes de los demás. Cuando enviamos mensajes de texto a nuestros amigos, no somos conscientes de las muchas decisiones que nuestros cerebros han tomado con respecto a qué escribir y cómo escribirlo. Zuckerberg hizo muchas preguntas. “¿Cómo hace mi cerebro un modelo mental de mí mismo?” “¿Cómo hace mi cerebro modelos mentales de otras personas en base a la experiencia?” “¿Cómo predice mi cerebro el comportamiento futuro de los demás?” “¿Otras especies tienen una teoría de la mente?” Hace poco coorganicé un simposio en el Instituto Salk sobre teoría de la mente, y Zuckerberg quería todas las referencias del simposio. En el aprendizaje automático, el que tenga la mayor cantidad de datos gana, y Facebook tiene más datos sobre los gustos, amigos y fotos de más personas que cualquier otra persona. Con todos estos datos, Facebook podría crear una teoría de nuestras mentes y usarla para predecir nuestras preferencias y tendencias políticas. Facebook podría algún día conocernos mejor que nosotros mismos. ¿Se convertirá Facebook algún día en la encarnación del Gran Hermano de Orwell? ¿Le parece una perspectiva escalofriante o le convendría tener un mayordomo digital para atender sus necesidades? Bien podríamos preguntarnos si Facebook debería tener este poder, pero es posible que no tengamos mucho que decir al respecto. (traducción automática)

Es decir, necesitamos deshacernos de los dualismos que separan nuestra forma de pensar de nuestra forma de actuar o estaremos expuestos a que se hagan teorías que escondan oscuros intereses comerciales o manipuladores.

Los dos cuernos del dilema conceptual

Ya dejamos claro en el episodio anterior que claramente la sociedad influye en la creatividad individual y que la creatividad no es una actividad intelectual susceptible de ser reducida a reglas de acción. También quedó claro que la creatividad (y el mundo de las emociones) ha estado al margen de muchas teorizaciones sociales. Ponemos ahora sobre la mesa elementos que puedan ser usados para elaborar una teoría de la creatividad ante las dificultades de las humanidades para teorizar sobre emociones y creatividad.

En sintonía con Kant, no es en la “razón pura” donde hay que encontrar el origen de la creatividad sino una especie de “razón artística” relacionada con el mundo de las emociones, pero con la precaución de no caer en un intelectualismo: los humanos nos construimos en sociedad. La cuestión es cómo afecta cada factor, el intelectual y el social, a que surja la creatividad. El problema ya lo vio el antropólogo Roger Keesing en su obra de 1974 “Teorías de la Cultura” al decir “El núcleo del desacuerdo intelectual […] es que los significados compartidos son mayores que la suma de sus «partes», lo que tienen los individuos en sus mentes. Los significados sociales trascienden, por alguna alquimia misteriosa del encuentro entre las mentes, a la individuación de la experiencia privada”.

La consecuencia del dilema conceptual es que, según Keesing, “este parece un tiempo propicio para buscar universales culturales […] universales de procesos, de lógica, de estructura, de principios de organización, más que de sustancia”. Esta nueva búsqueda de universales culturales estaría orientada en una dirección distinta de la forma en la que se ha hecho tradicionalmente en la Antropología, pues ya no consistiría en “buscar denominadores comunes en las baratijas sustantivas de la cultura”.

Para resolver dicho problema, las teorías que más convencen a Keesing responden a dos estrategias que parecen incompatibles entre sí pero que Keesing cree que están condenadas a converger. Propone que las pensemos como “los dos cuernos del dilema conceptual”, que son los siguientes:

Los dos cuernos del dilema conceptual (Keesing, 1974, p. 33-34)

  • “Cualquier esfuerzo por reducir los sistemas culturales al sistema cognitivo de un actor individual idealizado está lleno de peligros […] la falacia cognitiva afirma que la cultura consiste en fenómenos mentales que pueden ser analizados por medio de métodos formales similares a los de la lógica y la matemática” (p. 33)
  • Liberar a la «cultura» de las mentes individuales a través de las cuales toma cuerpo tiene también sus peligros […] Sin informar nuestros modelos de culturas con el conocimiento en profundidad de las estructuras y procesos de la mente, nuestros análisis se volverían meros ejercicios literarios”

Los límites de la antropología social en la teorización de las emociones

En la autoetnografía que hizo Joaquín titulada Los gritos del agua se propuso que el tema central fuera las emociones para así comprobar qué posibilidades tenía la antropología para la teorización que buscamos. La parte más relevante para nuestros objetivos aquí son las páginas 12-16 y 21-22.

Un ejemplo de esta percepción de los antropólogos de que su disciplina no puede abordar el estudio de las emociones (y por tanto dificilmente el de la creatividad) es el comentario con el que Victor Turner finaliza su trabajo sobre los símbolos en el ritual Ndembu. Lo hace con cierto aire de insatisfacción al indicar que “cuando pasamos a considerar la relación entre los elementos normativos de la vida social y el individuo, nuestro análisis tiene, necesariamente, que quedar incompleto. Esa relación entra también en el sentido de los símbolo rituales. Pero con ella llegamos a los confines de nuestra actual competencia antropológica, en cuanto ahí tratamos de la estructura y las propiedades de las psiques, un campo científico tradicionalmente estudiado por las disciplinas distintas de las nuestras”.

Joaquín cita algo que Roger Keesing parece echar de menos al indicar que “el último desafío de la investigación internacional -no interdisciplinaria sino superdisciplinaria- consiste en unir una teoría formal de la inteligencia y la comunicación con una emergente biología teórica y con las ciencias empíricas de la cognición, el cerebro humano y su otro lado, la mente, que son los sistemas naturales conocidos más complejos. Comprender tales modelos del mundo, su organización neutral, su dependencia del ambiente y la cultura, son cuestiones fundamentales”.

Incluso cita a Clifford Geertz en apoyo de esta petición de superdisciplinariedad cuando este escribió en 1965 que “la cultura estaría mejor contemplada no como complejos de pautas concretas de conducta sino como un conjunto de mecanismos de control –planes, recetas, reglas, instrucciones (lo que los ingenieros informáticos llaman ‘programas’)- para regir la conducta” descartando así claramente un enfoque puramente conductual. Descarta, pues, que sea útil un análisis de caja negra sobre la mente.

Los límites de la antropología filosófica en la teorización de la relación individuo/sociedad

Citamos los dos volúmenes de Antropología Filosófica de Javier San Martín Sala, y que cuando más se aproxima a elaborar una teoría sobre la relación macro/micro es en el Tema 10 del volumen II: “Filosofía de la cultura: ¿qué es la cultura? Para una fenomenología de la cultura”.

En las páginas 348 y 350 Javier San Martín teoriza con un sistema de 3 entidades entre lo micro (el individuo) y lo macro (la sociedad). ¿Por qué tres entidades si son dos los elementos que queremos relacionar? Porque dualiza la experiencia individual para que el producto de la mente (entidad 1) pase a un lugar interior donde podamos contemplarlo reflexivamente (entidad 2) y así poder crear una “cultura individual”. No explica la causa de la capacidad creativa de la mente, la da por supuesta, con lo que no nos sirve como teoría de la creatividad. Es más, introduce un dualismo inesperado que quizás podría haberse evitado teorizándolo como un proceso (como hace Mead) en vez de como una entidad (como parece que hace Javier San Martín, siguiendo a Husserl, al decir que el creador debe “recuperar el sentido inventado, creado”).

Os dejamos aquí las páginas del libro con las marcas en las frases citadas.

La estación de llegada de la antropología filosófica es la estación de partida de la creatividad computacional

Este dilema de la antropología filosófica que frena su investigación (ver un sentido en las propias percepciones y no saber cómo separar ese sentido del cultural) es, por el contrario, el punto de partida de las investigaciones que se hacen desde la creatividad computacional. Hemos citado ya alguna vez el trabajo en esta línea de Tapio Takala titulado Preconceptual Creativity y lo volvemos a citar aquí aunque profundizaremos en más detalle en este trabajo más adelante. Dice Takala en el resumen que introduce este trabajo:

La creatividad, ya sea en el ámbito personal o histórico, siempre es relativa, sujeta a las expectativas contextuales de un observador. Desde el punto de vista de un agente creativo, tales expectativas pueden verse como restricciones suaves que deben ser violadas para ser consideradas creativas. En el presente trabajo, las convenciones aprendidas se modelan como grupos de actividades emergentes (preconceptos) en una memoria autoorganizada. Esto se usa como marco para modelar fenómenos como la categorización estereotípica y la inercia mental que restringen la mente al buscar nuevas soluciones. Usando la cinemática de una mano robótica como ejemplo, el comportamiento dinámico de los modelos demuestra creatividad primitiva sin razonamiento simbólico. El modelo sugiere mecanismos cognitivos que potencialmente explican cómo se forman las expectativas y en qué condiciones un agente puede salir de ellas y sorprenderse a sí mismo.

Por tanto, parece que el tema que frena a la antropología filosófica podría ser investigado desde otro campo.

La sociología teoriza sobre la mente: George Herbert Mead

Hemos repasado la teoría en tres partes de Mead con ayuda de este esquema de Juan Carlos.

Sin embargo Mead tampoco incluye las emociones en su teorización, por lo que cambia el sentido del dualismo pero no lo soluciona. Así lo ha visto García Meraz en el artículo George Herbert Mead: sobre el gesto como inicio de la interacción social y el desarrollo de las interacciones sociales saludables, donde resume muy bien los límites del proyecto de George Herbert Mead

A través de esta vinculación entre roles, anticipación de conducta y pensamiento social, la teoría de Mead se aleja de diversos postulados internalistas de las acciones sociales. Al desvincularse de la comunicación de gestos, basada en comunicación de emociones y trasladarla al inicio de la conducta social, Mead indica que el gesto no intenta comunicar una emoción interna de un individuo particular, sino que es el primer indicio de la comunicación humana. He aquí que el paso de Darwin a Mead es decisivo. El gesto nada tiene que ver con las intenciones emotivas de los agentes individuales, sino con la conducta social. Al ser compartido como lenguaje de una comunidad, el gesto inicia la interacción, es, por tanto, comunicación simbólica.

La teoría de transición de metasistemas

Metasystem Transition Theory

Citamos (mediante traducción automática) lo que en su propia Web dicen sobre esta teoría que podría sernos de gran valor pues no contiene ningún dualismo y relaciona de forma clara lo micro y lo macro mediante un mecanismo teórico: la transición de metasistemas.

Nuestro objetivo es crear, sobre la base de conceptos cibernéticos, un sistema filosófico integrado o “visión del mundo”, proponiendo respuestas a las preguntas más fundamentales sobre el mundo, nosotros mismos y nuestros valores fundamentales.

Nuestra metodología para construir este sistema filosófico completo se basa en un principio de “arranque”: la expresión de la teoría afecta su contenido y significado, y viceversa. De esta manera, nuestro objetivo es aplicar los principios de la cibernética a su propio desarrollo. Nuestra filosofía también se basa en principios cibernéticos. Nuestra epistemología entiende el conocimiento como un modelo, que es construido por el sujeto o grupo, pero se somete a la selección del entorno. Nuestra metafísica afirma las acciones como primitivas ontológicas. Sobre la base de esta ontología, definimos los conceptos más importantes y los organizamos en una red semántica. En un nivel superior, también presentamos los principios fundamentales de la cibernética en términos de estos conceptos subyacentes.

Uno de los conceptos centrales es el de la evolución en el sentido más general, que se produce por el mecanismo de variación y selección. Otro es el control, que definimos en un sentido cibernético especial, y afirmamos como el modo básico de organización en sistemas complejos. Esto nos lleva al concepto central para MSTT, el de la transición de metasistema, o el proceso por el cual el control emerge en los sistemas evolutivos.

podcast/episodios/13.txt · Última modificación: 2019/10/10 14:13 por Joaquín Herrero Pintado