En la que podemos considerar una primera etapa (1940-1965) emerge la macrociencia (Big Science), que podemos considerar como la primera modalidad de tecnociencia y cuyo motor fue la investigación básica, sobre todo en el ámbito de la física, aunque también en matemáticas y química.
En 1962 se propuso introducir una metodología cuantitativa para el estudio de la ciencia, y “considerando la ciencia como una entidad mensurable” introdujo unas magnitudes a las que hoy denominamos indicadores del desarrollo científico. El análisis de dichas magnitudes llevó a Solla Price a proponer dos leyes matemáticas conjeturales y sujetas a contrastación empírica: la ley de crecimiento exponencial (“la ciencia crece a internés compuesto”, fijando en 15 años el periodo de duplicación del tamaño de la ciencia) y la ley de saturación que describe dos posibilidades para el escenario final de dicho crecimiento exponencial: estancamiento o aceleración.
Su ley de crecimiento exponencial lo llevó a proponer una distinción conceptual:
Solla Price afirma que el tránsito de la ciencia a la macrociencia fue evolutivo, no revolucionario, criterio que sería defendido también por Wolfgang Panofsky, uno de los creadores del acelerador lineal SLAC de Stanford.
¿Se justifica filosóficamente esa distinción? ¿Supuesto que exista, es solo una distinción cuantitativa?
En la década de los 60 propuso que era un criterio económico el más acertado para caracterizar como macrocientífico a un proyecto: es preciso que su realización requiera una parte significativa del PIB de un país.
Ya en los años 90 el historiador de la ciencia Hevly indicó que los altos presupuestos y los “instrumentos grandes o caros” indican que algo ha cambiado, pero que el concepto de macrociencia precede a esos cambios y se caracteriza por:
Galison, historiador de la ciencia que junto con Hevly editó las actas del Simposio de 1988 en Stanford sobre si la macrociencia se caracteriza por criterios cualitativos o cuiantitativos, incide en que la megaciencia tiene muchas caras y que, por tanto, su indagación es difícil y compleja.
Caracteriza la Gran Ciencia por su politización, burocratización, alto riesgo y pérdida de autonomía