Llevo ya unos diez minutos observando este cuadro. Algo me irrita; de repente veo que un rostro se ha movido. Llamo a mi hermano, pero no me hace caso. Intento acercarme para poder verlo mejor.
Cuando cambia de textura y acerco el dedo para tocarlo, en un instante estoy allí, dentro del cuadro. Veo cómo la batalla del lienzo cobra vida, intento moverme, pero no puedo. Por todas partes hay gente luchando, guerreros en el suelo con espadas clavadas, caballos correteando en busca de su dueño que seguramente ya no estará con vida.
Nadie me ve ni me escucha. Entonces una luz lo ilumina todo y dejo de oír aquellos gritos. Me despierto en mi habitación, tumbada sobre un papel y con un boli al lado. Miro la hora, son más de las once y todavía no he empezado a hacer mi relato para la clase de Sociales.