¡Qué injusta la vida! Al final, después de las horas de posado, la Historia me conocerá como La Joven distraída.
No me gustaba posar para un retrato; no me entendáis mal. Yo aprecio el arte, pero me gusta ver reflejado en él los momentos únicos.
Recuerdo, por ejemplo, un cuadro en el que se veía a unos jóvenes jugar en corro a la gallina ciega en un escenario natural delicioso.
Pero. no veo nada artístico en un conjunto de personas inmóviles que deben posar horas y horas.
Una vez finalizada la obra, noté que le pintor captó el instante en que yo estaba absorta en un cuadro. Podía haber mejorado mi expresión, pero Goya no embelleció el retrato con adornos inexistentes, sino que nos pintó con una simplicidad real.